Hace unos 10.000 años, por causas aún desconocidas, los caballos se extinguieron en Norteamérica, por lo que nuestro actual “caballo criollo”, es una reintroducción hecha por los conquistadores españoles. Una mezcla de razas andaluza, árabe o hispano-árabe, que con el paso del tiempo, ya sea por reproducción espontánea, como ocurre con los “Baguales” (caballos salvaje, con un antepasado doméstico) o selectiva, propiciada por “baqueanos” (diestros jinetes que habitan el territorio) surgen poblaciones bien adaptadas a las rigurosas condiciones de Patagonia. El resultado, es un animal de pelaje grueso, pequeño de alzada, pero robusto, ágil, de paso seguro, dócil y de buena monta, adaptado a praderas ventosas, a trepar con facilidad lomajes y sierras altas, vadear ríos gélidos, internarse por densos bosques, caminar largas distancias y soportar el crudo invierno patagónico.
Una cabalgata puede ser una alternativa diferente de conectarse con la naturaleza, recorrer hermosos y poco frecuentados paisajes. Una actividad perfecta para un día de relajo, en compañía de niños o adultos mayores. También, puede ser una experiencia de varias jornadas (travesía), ideal para conocer en profundidad la cultura de los “baqueanos”, alojarse en “estancias” (hacienda), pernoctar en “paradores” (refugios improvisados), disfrutar de la gastronomía local -en especial, el asado de cordero preparado al estilo patagón- cenar, cantar y compartir un mate (infusión) en torno a una fogata o participar de actividades propias de la ganadería local como: traslado de animales (arreo), “esquila” (corte de lana de la oveja), domadura, marca, etc.
Muchos viajeros aseguran, que uno de los grandes espectáculos que ofrece Patagonia, es la observación de manadas de Baguales galopando por extensas praderas, teniendo a los Andes o la Cordillera del Paine como telón de fondo.